jueves, 19 de mayo de 2016

¿Por qué nos dan mal rollo algunos robots?

Cualquiera que lo haya intentado sabrá que el diseño de mechas no es nada fácil. Combinar funcionalidad con estética es complicado, y esto se agrava en el caso de los robots humanoides. Muchas veces vemos en tv prototipos que hacen cosas impresionantes pero que seguramente no compraríamos por su aspecto. Otros en cambio, aunque no estén mal diseñados provocan una extraña sensación de rechazo, sobre todo los más parecidos a una persona real. Este efecto también puede ocurrir en muchos otros ámbitos, como con juguetes, animaciones 3D o videojuegos.
Pues bien, eso tiene, más o menos, una explicación científica.

En 1970 el profesor de robótica Masahiro Mori formuló una hipótesis al respecto creando el concepto de "Valle inquietante" (Bukimi no Tani Genshō (不気味の谷現象)). En dicha hipótesis expone que cuanto más humano parece un robot más positiva y empática es la respuesta hacia éste por parte de los humanos, hasta un punto en el que el parecido crea el efecto contrario. 


 
Representado en un gráfico veríamos el nivel de aceptación como una línea ascendente a medida que el modelo parece más una persona. Al inicio de la línea estaría el modelo de aspecto menos humano, como por ejemplo un robot industrial, y en el final estaría un robot con el aspecto de un humano sano idealizado. Entre el punto en el que un robot parece “apenas humano” y el punto en el que el robot parece “completamente humano” habría un desnivel en el que la línea bajaría drásticamente representando el efecto de rechazo, el nombre de valle inquietante viene dado por esa curva negativa. Este fenómeno se podría reducir al hecho de que en un sujeto diferente a un humano las características humanas se verían resaltadas, en cambio si el sujeto es muy parecido a un humano las que se ven resaltadas son las características no humanas.

 
A partir de esta teoría han aparecido diferentes explicaciones paralelas, hemos resumido las más plausibles:

Predisposición genética a evitar individuos enfermos. El cerebro podría detectar los defectos del robot como rasgos de un humano enfermo y por lo tanto tendería a evitar el contagio. Cuanto más parecido genéticamente parezca el sujeto más peligro potencial representa.

Aspecto sin vida. Tanto la apariencia como la ausencia de ciertos movimientos involuntarios podría recordar al aspecto de un cadáver, causando desasosiego.

Expectativas. De un robot poco avanzado no se espera gran cosa, así que no sería raro verlo funcionar mal o torpemente. Pero un robot demasiado perfecto parecería un humano comportándose de manera extraña.

Tendencia natural a recelar de los extranjeros. Aunque hay mucha controversia al respecto, milenios de enfrentamientos y guerras podrían haber dejado una huella en nuestros genes, haciéndonos propensos a identificarnos con individuos más parecidos y desconfiar de los que son diferentes.

Aparente voluntad propia. El aspecto humano hace que parezca tener la capacidad de pensar por sí solo. Esto sumado a la inexpresividad crea inquietud sobre sus intenciones.

Señales perceptivas en conflicto
. La mezcla de rasgos humanos y no humanos confunde al cerebro y procesar tantas señales contradictorias provoca una sensación incómoda.




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